Por Prabhuji
En el sagrado Bhagavad-gītā, el Señor Kṛṣṇa se refiere a sí mismo como una polaridad masculino-femenina:
pitāhamasyajagato
mātādhātāpitāmahaḥ
vedyaṁpavitramoṁkāra
ṛksāmayajurevaca
«Yo soy el padre y la madre de este universo, el sostén y el abuelo. Yo soy aquel que merece ser conocido, soy el purificador y la sílaba Oṁ. Yo soy los Vedas: Ṛg,Sāma y Yajur».Bhagavad-gītā(9.17)
La visión tántrica de la vida describe una paradoja mística: una indivisa conciencia pura, Brahman, que aparentemente se divide o separa dando lugar a una polaridad de él y ella, lo positivo y lo negativo, lo cognitivo y lo operativo, el ying y el yang, la noche y el día, la vida y la muerte, lo estático y lo dinámico, esto y aquello, a partir de la cual todo se captará en el contexto de dicha polaridad aparente. El mundo dual de la relatividad no es sino un fenómeno que nace desde la continua relación, armónica y equilibrada entre ambos aspectos, aparentemente opuestos, aunque en realidad complementarios.
El tantra nos asegura que toda manifestación es una expresión de este aparente dualismo o polaridad. Pongo especial énfasis en la palabra aparente porque tal dualidad no posee una existencia real. Porque, a fin de cuentas, no se trata de una polaridad conflictiva sino su naturaleza es complementaria.
La vida, al igual que la electricidad, precisa de dos polos opuestos. Si deseamos placer deberemos estar dispuestos a sufrir, si deseamos felicidad, la tristeza será inevitable. Nuestra capacidad de sufrir está relacionada directamente con el desarrollo de nuestra capacidad de ser felices. Si deseamos erradicar la tristeza de nuestras vidas, será imprescindible renunciar a la felicidad. Ni el placer ni la felicidad pueden existir sin el sufrimiento y la tristeza. Esta es una polaridad dialéctica en la cual un polo depende por completo del otro atrayéndose y repeliéndose simultáneamente. Ni lo positivo, ni lo negativo puede existir por sí mismo, ambos polos se alimentan mutuamente.
Muchas de las tradiciones clásicas nos incitan a resistir y luchar contra el polo negativo reprimiéndole y desarrollando simultáneamente el positivo. Mientras que el tantra opta por el abandono de los esfuerzos por erradicar un polo a costa del otro, nos aconseja dejar de reprimir o destruir lo negativo al precio de la aniquilación de lo positivo. Propone invertir el tiempo y energía solo en incrementar lo positivo permitiendo conscientemente lo negativo. Para el tantrismo, lo negativo en harmonía con lo positivo adquiere la cualidad y el perfume de este último. Se produce una sublimación en la cual lo negativo es absorbido en lo positivo. Lo negativo no desaparece sino que es sublimado, el enojo carecerá de egoísmo, la indignación será sabia y la pasión será bella.
El tantra apunta a la realidad última en la cual todos los conflictos desaparecen para revelarse como complementarios entre sí. En la sublimación tántrica, lo positivo se revela en su infinitud hasta que lo negativo se minimiza, la inmensidad de lo divino puede absorber lo mundano. La verdad puede absorber la mentira así como la luz puede despejar la oscuridad, porque «lo que es» puede absorber toda ausencia. El tantra sugiere no temer y permitir que lo negativo forme parte de lo positivo, que lo ilusorio y aparente forme parte de lo real, porque finalmente solo lo verdadero permanecerá.
El tantra nos invita a una apasionante exploración asegurándonos que en la fuente original de los opuestos se concilian. La vía tántrica apunta hacia la armonía entre el principio de la naturaleza o prakṛti y el principio espiritual o Puruṣa, el sujeto Aham (‘Yo’) y el objeto Idam (‘esto’). El mundo relativo que percibimos es una expresión de esta polaridad del poder supremo estático paternal o Shiva y la madre naturaleza como fuerza dinámica maternal o prakriti. Pitāhamasyajagato: «Yo soy el padre y la madre de este universo».
Esta vía es capaz por sí sola de crear la situación propicia que facilite la concienciación de nosotros mismos inmersos en este juego divino de la relatividad de los opuestos, eludiendo la actitud represiva y condenatoria tan característica de otras corrientes religiosas.
En los senderos yóguicos que se originan en la tradición védica, Puruṣao ‘el principio central’ o ‘el Ser’ ocupa el lugar central, sin embargo, en el tantra el alma naturaleza es el poder activo dominante en el universo.
En el sagrado Bhagavad-gītā, el Señor Kṛṣṇa se refiere a sí mismo como una polaridad masculino-femenina:
pitāhamasyajagato
mātādhātāpitāmahaḥ
vedyaṁpavitramoṁkāra
ṛksāmayajurevaca
«Yo soy el padre y la madre de este universo, el sostén y el abuelo. Yo soy aquel que merece ser conocido, soy el purificador y la sílaba Oṁ. Yo soy los Vedas: Ṛg,Sāma y Yajur».Bhagavad-gītā(9.17)
La visión tántrica de la vida describe una paradoja mística: una indivisa conciencia pura, Brahman, que aparentemente se divide o separa dando lugar a una polaridad de él y ella, lo positivo y lo negativo, lo cognitivo y lo operativo, el ying y el yang, la noche y el día, la vida y la muerte, lo estático y lo dinámico, esto y aquello, a partir de la cual todo se captará en el contexto de dicha polaridad aparente. El mundo dual de la relatividad no es sino un fenómeno que nace desde la continua relación, armónica y equilibrada entre ambos aspectos, aparentemente opuestos, aunque en realidad complementarios.
El tantra nos asegura que toda manifestación es una expresión de este aparente dualismo o polaridad. Pongo especial énfasis en la palabra aparente porque tal dualidad no posee una existencia real. Porque, a fin de cuentas, no se trata de una polaridad conflictiva sino su naturaleza es complementaria.
La vida, al igual que la electricidad, precisa de dos polos opuestos. Si deseamos placer deberemos estar dispuestos a sufrir, si deseamos felicidad, la tristeza será inevitable. Nuestra capacidad de sufrir está relacionada directamente con el desarrollo de nuestra capacidad de ser felices. Si deseamos erradicar la tristeza de nuestras vidas, será imprescindible renunciar a la felicidad. Ni el placer ni la felicidad pueden existir sin el sufrimiento y la tristeza. Esta es una polaridad dialéctica en la cual un polo depende por completo del otro atrayéndose y repeliéndose simultáneamente. Ni lo positivo, ni lo negativo puede existir por sí mismo, ambos polos se alimentan mutuamente.
Muchas de las tradiciones clásicas nos incitan a resistir y luchar contra el polo negativo reprimiéndole y desarrollando simultáneamente el positivo. Mientras que el tantra opta por el abandono de los esfuerzos por erradicar un polo a costa del otro, nos aconseja dejar de reprimir o destruir lo negativo al precio de la aniquilación de lo positivo. Propone invertir el tiempo y energía solo en incrementar lo positivo permitiendo conscientemente lo negativo. Para el tantrismo, lo negativo en harmonía con lo positivo adquiere la cualidad y el perfume de este último. Se produce una sublimación en la cual lo negativo es absorbido en lo positivo. Lo negativo no desaparece sino que es sublimado, el enojo carecerá de egoísmo, la indignación será sabia y la pasión será bella.
El tantra apunta a la realidad última en la cual todos los conflictos desaparecen para revelarse como complementarios entre sí. En la sublimación tántrica, lo positivo se revela en su infinitud hasta que lo negativo se minimiza, la inmensidad de lo divino puede absorber lo mundano. La verdad puede absorber la mentira así como la luz puede despejar la oscuridad, porque «lo que es» puede absorber toda ausencia. El tantra sugiere no temer y permitir que lo negativo forme parte de lo positivo, que lo ilusorio y aparente forme parte de lo real, porque finalmente solo lo verdadero permanecerá.
El tantra nos invita a una apasionante exploración asegurándonos que en la fuente original de los opuestos se concilian. La vía tántrica apunta hacia la armonía entre el principio de la naturaleza o prakṛti y el principio espiritual o Puruṣa, el sujeto Aham (‘Yo’) y el objeto Idam (‘esto’). El mundo relativo que percibimos es una expresión de esta polaridad del poder supremo estático paternal o Shiva y la madre naturaleza como fuerza dinámica maternal o prakriti. Pitāhamasyajagato: «Yo soy el padre y la madre de este universo».
Esta vía es capaz por sí sola de crear la situación propicia que facilite la concienciación de nosotros mismos inmersos en este juego divino de la relatividad de los opuestos, eludiendo la actitud represiva y condenatoria tan característica de otras corrientes religiosas.
En los senderos yóguicos que se originan en la tradición védica, Puruṣao ‘el principio central’ o ‘el Ser’ ocupa el lugar central, sin embargo, en el tantra el alma naturaleza es el poder activo dominante en el universo.